He contado treinta y dos años de silencio,
un par de escándalos bien callados
y una lluvia como de pena;
tu sonrisa serena en la memoria
y un juego de ilusiones en el suelo
que han debido de morir sin hacer ruido.
Como yo,
que he salido fuera y me he visto tendida
en el cuarto escalón de la escalera.
El corazón dormido.
El pecho resquebrajado.
Pero esto no ha pasado
y tú aún no te has ido.
El problema es que sigo callada,
y no sé si quiero que sepas
que me abrirías en canal
con este adiós.
¿Acaso no lo dirás igual?
La chica del chubasquero amarillo.