Antes de las dudas,
antes de tenerla a medias,
compartiéndola con otros ojos,
ella había prometido ser mía.
Y yo la quise tanto
como quería la lluvia
caer aquel día:
con deseo
desesperación
y desorden.
Y pasa que un día
se me olvida decirle
lo guapa que la veía,
y la veo irse
a tomar un café
dejándome a la deriva.
Iba vestida de anarquía,
con sus ojos llenos de miel.
Cualquiera se enamoraría.
Eso yo ya lo sabía,
y aún así
la dejé marchar.
Supongo que algo es tuyo
hasta que lo encuentra otro,
olvidado y roto,
en un rincón.
No tuve ni que perderla.
Simplemente,
yo no tengo la valentía
de arreglar lo que debería.
La chica del chubasquero amarillo.