Un día revelaremos que la lengua sutil del tacto
es el arte de arrasar con todo sin rozar
nada más que nuestras manos.
Que el verdadero amor
nos muda la piel y nos desnuda
en el silencio que contiene la distancia.
La demencia de un corazón,
que roba la razón a la mente
triturando todos sus argumentos.
Y, entonces, apagaremos el fuego que arde en Troya
con el agua que riega las flores de nuestro jardín.
Y en nuestro sano juicio
enloqueceremos las camas
con lo que nos quede de ternura.
Burlaremos a la muerte prematura
y abrazaremos a ratitos la vida.
Que no es otra cosa
que tú,
que yo,
que la verdad,
cuando nos escucha estremecida.
Y, en la noche envejecida,
descubriremos que el tiempo
nos sana y nos mata
a partes iguales.
Pero,
amor,
ojalá,
auferat hora duos eadem
que la misma hora
nos lleve a los dos.
La chica del chubasquero amarillo.