A veces te miro y te quiero enseñar que todavía hay hechos que hablan más alto que las palabras. Me gustaría contarte, sin necesidad de usarlas, la cantidad de cosas bonitas que hay en esta ciudad.
Pillarte desprevenido y permitir que ocurra algo un tanto impredecible
que nos anime a viajar y explorar el mundo sin movernos de este banco.
Dejarnos llevar por este idioma inventado por unos locos
que ni siquiera sabían lo que hacían.
Deseo tropezarme contigo constantemente toda la vida.
Atraer todos tus besos y que impacten en mi ser dejando huella.
Enmarcar mi sonrisa en el eterno contexto de tu risa.
Y ver volar tu felicidad y tus carcajadas a horcajadas de mi respiración.
Oler en tu cuello las primeras flores de la primavera
y la lluvia que todavía no ha caído en verano.
Jugar en otoño con todos los sueños que ya hemos cumplido.
Y pasar el invierno resguardada en tus pestañas.
Sé que no te necesito, pero te elijo en cada estación.
Y cuando me dan la oportunidad.
Es decir, hoy.
Mañana.
Y siempre.
(Y “siempre” rima con “que me beses”.
Aunque no te lo creas).